miércoles, 1 de octubre de 2025

JOSELITO "EL GALLO" TORERO DE ARTE DOMINADOR Y TÉCNICO

A principios del siglo XIX, fue una época importante de tener como máximas figuras del toreo a Rafael Gómez “El Gallo” y Ricardo Torres “Bombita”, además de competir fuertemente entre sí en todos los ruedos. Aunque el carácter conformista de Rafael Gómez no sería el más idóneo para las confrontaciones. Pero su hermano José Gómez “Joselito” o “Gallito”, como se llamaba en sus principios, tomó el relevo a dicho hermano para los enfrentamientos con “Bombita”, y pese a los bombistas menospreciaron en sus comienzos al joven rival, pronto comprobaron la valía del pequeño de “Los Gallo”. Esta competencia se mantuvo hasta el mismo día de la retirada de Ricardo Torres, en la que “Joselito” participó.
Retirados “Bombita” y Rafael González “Machaquito”, también este ídolo de entonces, “Joselito” iniciaría otra nueva rivalidad con un imparable joven llamado Juan Belmonte, al que, curiosamente, tantas veces se le había pronosticado la muerte en un coso taurino, dejando constancia eterna de la competencia entre el menor de “Los Gallo” y Belmonte, mejor dicho entre gallistas y belmontistas, que ambas aficiones reavivaron y enloquecieron. La petulancia juvenil de José, de aquel hombre mimado por la fortuna, y el enconado anhelo de triunfo de Juan, fueron cediendo el paso a una entrañable solidaridad de hombres unidos por el riesgo y los esfuerzos comunes.


Pese a que al principio los aficionados mantuvieran reiteradas discusiones en defensa de sus diestros favoritos, las confrontaciones nunca se caracterizaron por la saña, sino más bien por todo lo contrario. Uno y otro eran amigos y complementarios en la plaza. Solo la prematura muerte de “Joselito” dio al traste con la pareja.

En José Gómez “Joselito”, los orígenes familiares taurinos como: “El Cuco”, “El Marinero”, “El Loco”, “Rebujina” y “Agualimpia”, y los destacados triunfos de sus hermanos mayores (Rafael y Fernando), predestinaron al benjamín de la familia para una profesión que la tenía como un juego desde que empezó andar. Con nueve años recibió la primera ovación toreando en una capea, tuvo que demostrarle a un banderillero cómo se debía clavar los rehiletes. Después con trece, vistió por primera vez el traje de luces en Jerez de la Frontera, llorando de rabia cuando el público le impidió matar al segundo toro por considerarlo excesivamente grande para él. A los dos años siguientes, el joven diestro comenzaría su andadura profesional.

Los comienzos de “Joselito”, coinciden con la vertiginosa decadencia de Antonio Fuentes, que junto a “Machaquito” y “Bombita”, dominaban el más puro clasicismo. Pero “Joselito” aunque no viera torear a Rafael Guerra “Guerrita”, escogió el mismo camino que el cordobés ya tenía trazado, que después sería la guía y canon para sus principios, también fue como base indudable la tradición familiar torera, aunque no tuviera la misma concepción del toreo de su padre Fernando Gómez “El Gallo” y de sus dos hermanos referidos, Rafael y Fernando.

Era un torero demasiado ambicioso para resignarse a una interpretación del toreo que no llevase aparejado el poder de la profesión escogida, como también de la fiesta taurina. El joven “Joselito”, necesitaba experimentar el dominio en el mundo de los toros y en la misma vida, no podía conformarse solamente con el culto al arte, característica preponderante o supremacía en los toreros de su estirpe y estilo gitano.

Con sobriedad se consagró a su profesión, creando su propio estilo, ello le propinó el temple, la pureza y la entrega necesaria para conquistar toda clase de públicos. El resultado fue un torero excepcional, largo, dominador, técnico y de grandes facultades físicas, al mismo tiempo alegre y adornado. La alternativa la tomó en Sevilla el 28-9-1912, de manos de sus hermanos Rafael y Fernando Gómez Ortega “Los Gallo”.

Ilusionado un día con la idea de torear en la plaza de Talavera de la Reina (Toledo), la que inaugurara su padre junto al diestro Antonio Arana “Jarana”, 29 de septiembre de 1890, con toros del ganadero Enrique Salamanca, pidió ser incluido en el cartel en un mano a mano con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías (el cartel primitivo estaban anunciados su hermano Rafael, Sánchez Mejías y Larita), 16 de mayo de 1920, pero el toro “Bailador”, quinto en suerte, de la ganadería de la viuda de Ortega, le empitonó mortalmente, acabando con la vida del ilusionado torero de 25 años de edad, nacido en el sevillano pueblo de Gelves, calle de la Fuente número 2 (cerca de la huerta El Algarrobo) el día 8 de mayo del 1895, poniendo fin al epílogo de su valor, de su arte implacable y depurado con el que siempre logró la indiscutible austeridad en los ruedos de todas las plazas del mundo taurino. “Le mató un toro, pero no le afligió ninguno”, como dijeron los aficionados de aquella época.

Dejó de existir José “Maravilla” (nombre artístico de como se anunciaba en los carteles cuando empezaba su carrera novilleril) aquella lejana tarde soleada y florida de primavera, eran las siete y diez de la tarde, tras cuarenta minutos de agonía y angustioso sufrimiento. Fue el último canto de “El Gallo”. De esta manera terminó la vida torera del jovencísimo José Gómez Ortega, el que siempre será recordado por la obsesión que sentía por el toro y de sus lances irrepetibles por faroles, sin duda su sello gallista.


D. Manuel Gutiérrez Troya 

LOS TROFEOS EN LAS PLAZAS DE TOROS

Antiguamente, el torero y sus auxiliares daban la vuelta al ruedo después de dar muerte al toro en los cercados o plazas mayores de la villa habilitadas para la ocasión. Llevaban los capotes abiertos y cogidos con las manos por las puntas, allí les lanzaban desde el graderío toda clase de objetos; monedas, puros, cigarros, conejos, pollos, etc.… En la actualidad todavía les siguen echando sombreros, botas de vino, pañuelos, flores, prendas de vestir y algún que otro animal de granja, como gratitud y admiración.

Con la historia del toreo, desde los más antiguos “matatoros” hasta los más modernos toreros, ha sido por norma general y tradición popular, cuando triunfan premiarlos (antes regalos, ahora trofeos) según importancia de la faena, teniendo su origen en una costumbre humana, puesta en vigor por los Maestrantes.


Concretamente, entre los siglos XVIII y XIX, cuando un torero realizaba una excelente faena, el Presidente del festejo le regalaba el toro completo, época de mucha necesidad para vivir, conducía a que el diestro presto vendiera la carne del animal lidiado y así conseguir unos necesarios dinerillos para él, cuadrilla, familiares u otras personas allegadas a ellos, terminando con esta norma años posteriores por la falsa y picaresca comercialización que a veces se hacían de las carnes por parte de los contratistas adjudicatarios en las plazas, ya que sus ganancias era vender los toros al mejor postor, motivo por lo que los Maestrantes instauraron como trofeo simbólico otorgar al espada merecedor la oreja del enemigo vencido para después dárselo. Aunque hubo casos pocos serios en algunas ocasiones, concediendo trofeos indebidamente por favoritismo.

Existe constancia que, en la plaza de toros de Madrid, enclavada junto a la Puerta de Alcalá y Jardines del Buen Retiro, les otorgaron unos premios en metálico a dos toreros bufos: Leandro Sánchez “El Cacheta” y Francisco Serrano “Paco el de los Peros”, sinónimo que tenía por vender frutas, por arriesgar ambos sus vidas una tarde.

En la plaza madrileña de la Carretera de Aragón, año 1876, a los dos años de su inauguración, el diestro algecireño José Lara “Chicorro”, al toro Mediasnegras del ganadero Benjumea, le hizo el salto de la garrocha, le puso tres pares de banderillas cortas al quiebro, arrancándole la divisa de un manotazo, ofreciéndosela a los príncipes de Baviera que ocupaban junto al rey Alfonso XII el palco regio, terminando con la res de un certero volapié. El público enloquecido, sin saber de que modo había que expresar el mérito de “Chicorro”, pidieron desaforadamente que le concedieran el toro, a lo que el presidente accedió. Entregándole al valiente matador una oreja del animal despachado, mostrándosela al ilustre palco y asistentes que le aplaudían con delirio por un acto sin precedentes, sirviendo como justificante de la res regalada por tal hazaña.

A los 22 años de este hecho, ocurre en la misma plaza otro caso similar. El referido torero bufo “El Cacheta” nacido en Bolaños (Ciudad Real), actuaba junto al rejoneador Fernando de Heredia, imposible el caballero dar muerte al toro de nombre Calero, se va hacia el animal dicho “Cacheta”, y de media estocada en las agujas lo tumbó patas arriba, el alcalde de Madrid, el Conde de Romanones que presidía el festejo, ordenó que le entregara la oreja del toro al diestro, para después comprobar a que res le correspondía su falta para regalárselo en compensación por tan heroico hecho.

Hemos de hacer constancia que, en tiempos de “Lagartijo” y “Frascuelo”, a lo largo de más de 20 años de competencia, entre otros toreros de la época, nunca se le concedió a ningún diestro un trofeo. Ello es lo que demuestra que no era lícito ni reglamentado.

Pero el día 2-10-1910, en la referida plaza de Madrid de la Carretera de Aragón, fue cuando se otorgó oficialmente la primera oreja al diestro madrileño Vicente Pastor, por lidiar el toro Carbonero de Concha y Sierra, al que hubo de castigarle con banderillas de fuego por su peligrosidad. Pero ya sin regalo del toro.

Posteriormente y hasta la presente se están concediendo en todas las plazas, orejas y rabos, incluso en épocas no muy lejanas hasta patas, por cierto, muy bien suprimidas por lo horroroso ver un animal tan mutilado camino del desolladero, como premios al diestro merecedor a tenor de la faena realizada, con “votación” mayoritaria por parte de los espectadores con el airear de sus pañuelos blancos, pero siempre con el beneplácito de la Presidencia.

Otros detalles sobre la concepción de trofeos, diremos que el primer rabo oficial, se lo concedieron al torero Matías Lara “Larita”, en Jaén, año 1915, pero creyendo que era una burla se lo arrojó al presidente. Este matador, fue quien más veces se encerró en solitario con seis toros, lo hizo en 26 tardes, y nunca se le devolvió un toro.

Joselito “El Gallo”, cortó la primera oreja oficial, que se otorgó en la Maestranza de Sevilla, septiembre de 1915, al toro Cantinero de Santacoloma.

Juan Belmonte, fue al año siguiente, 1916, quien cortara la primera oreja en la feria sevillana de abril.

Rafael “El Gallo”, inscribiría su nombre de los elegidos, al cortar por primera vez dos orejas a un mismo toro también en la feria de abril, 19-4-1921.


D. Manuel Gutiérrez Troya 

EL MIEDO EN LOS TOROS

Qué es el miedo? ¿Qué es el valor? Son dos palabras que se pronuncian tarde tras tarde durante una corrida de toros. Verdaderamente son dos vocablos de difícil comprensión, tanto por parte de los diestros, como por parte de los aficionados. Para unos; es lógico acusar temor ante la inminente pelea con la fiera. Para los otros; deben tener la compresión suficiente para los que se enfrentan a ella. 

No hay ni un solo torero que, por la responsabilidad del momento, o porque anímicamente lo sienta, no sea proclive al miedo. Pero lo importante es superarlo con naturalidad y sin aspavientos, esa terrible y temida circunstancia.

Por todos es reconocido que el miedo existe, el protagonista en este caso es el torero, lo siente, lo vive, lo padece, pero todas esas adversidades deben ser vencidas. En ocasiones se manifiesta en forma de palpitaciones, en otras se resecan la garganta, y en otras fallan las piernas. En tales circunstancias se produce un estado de emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro inminente, aunque sea fugaz o pasajero. Todo ello, principalmente, ocurre poco antes de iniciarse el paseíllo, sin duda alguna, es el momento cumbre cuando se toma verdadera conciencia del inmediato acontecimiento. Después en el ruedo, frente al toro, el matador -por regla general- ya lo ha vencido.

Lo cierto es que no resulta fácil caer en el tópico cuando se pretende hacer una disgregación sobre los términos de, el miedo o el valor. Pero también, es aún más difícil saber en ambos casos qué línea es la que los separa.

Cuántas veces se ha dicho que una persona ha cometido una heroicidad por haber huido hacia delante, y esa huida conlleva pavor. También es fácil escuchar, de qué forma hay que superar el miedo ante una adversidad. Ahí se está valorando el medroso del valeroso.

Está claro que el miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o un mal que amenaza. Lo mismo puede ocurrir, cuando se mete en la imaginación y no hay manera de echarlo fuera. Es como si fuese un fenómeno receloso que se aprecia perfectamente en las personas ante un peligro de algo contrario a lo que desean hacer, hecho que a veces se palpa en el rostro de los toreros.

El valor en cambio es otra cosa, es la seguridad que se tiene ante un obstáculo al que tiene vencer. Esa naturaleza le sale el torero de su alma cuando se enfrenta a una fiera a la que debe dominar ante un público exigente, sin querer exteriorizar pavor a la profesión que eligió, aunque dicha profesión ofrezca peligro, es decir; “tener vergüenza torera”.

Qué pensará un diestro al bajarse del coche que lo traslada a la plaza y tome contacto con el ambiente propicio de una muchedumbre alegre ¿Tendrá ganas de cruzar el umbral de la puerta?, además rodeado de aficionados camino de la capilla para encomendarse al santo de su devoción, y después, a la interminable espera en el patio de cuadrillas hasta pisar el ruedo. ¿Se sentirá ahí con deseo de salir a torear…?

Hay muchas situaciones claves en la fiesta taurina que se acusa el fenómeno del miedo, yo diría que la más notoria, como antes hemos dicho, es el momento de escuchar los clarines para iniciar el paseíllo.

Quizá, en ese instante todos los recuerdos queden atrás. Es la hora tremenda de enfrentarse a la realidad. Las palabras sobran en el patio de cuadrillas. Las mentes, aunque los cuerpos estén allí, están lejos de sí mismos. Lo más lógico es que estén pensando en la fiera que se encuentra encerrada y pronto saltará a la arena, o en la familia que dejaron en casa. No olvidemos que la Fiesta de los Toros es muy sentimental.

martes, 29 de julio de 2025

EL ACOSO Y DERRIVO DE LAS RESES BRAVAS, por Manuel Gutiérrez Troya

El acoso y derribo de las reses bravas

Manuel Gutiérrez Troya
29/jul/25 
El acoso y derribo de las reses es un ejercicio que nació en la Baja Andalucía, allá entre los siglos XIX y XX, extendiéndose posteriormente a otras zonas de ganaderías bravas de España, principalmente por Salamanca, Centro y Extremadura.

Con anterioridad a los siglos mencionados, no existían demasiadas placitas de tientas en las ganaderías. Los ganaderos y vaqueros, curtidos en la crianza del toro, así como también excelentes aficionados a la equitación, todo ello, le sirvió a la necesidad de probar la bravura de los erales en campo abierto, desembocando más después en el nacimiento de la faena del acoso y derribo.Ahora se ha convertido este sistema en un deporte campero, practicándolo los caballistas indistintamente con ganado bravo o manso, prevaleciendo más con el bravo, dentro de la pura tradición.

Pero sin lugar a duda, el fundamental objetivo del acoso y derribo de antes, era como terminamos de decir, comprobar o determinar la bravura y fuerza del ganado, así como el conocimiento de las querencias y comportamiento del mismo, a lo que se le unió la destreza, monta y pericia del jinete, como también a la perfecta doma del caballo.

En la actualidad, además de su tradicional plaza de tientas, muchas ganaderías poseen terrenos adecuados para esta práctica tan de moda, cuyos terrenos deben de estar situados en una zona espaciosa, llana y despoblada de arboleda. Esta zona amplia, que se le denomina corredero, es como si fuese una parcela rectangular y extensa, de dos a tres kilómetros de larga, que es la superficie adecuada para poder ejercitar dicha labor.

En la referida parcela, concentran al ganado elegido para correr, es aconsejable unos días antes hacer pasear a las reses por el mismo itinerario, para que los animales vayan desarrollando una marcada querencia en el lugar fijado.Prevenido todo ello, en un extremo del corredero se colocan los erales determinados, junto a unos bueyes o cabestros, debidamente arropados por dos o tres vaqueros a caballo. En el otro extremo opuesto se sitúa otra parada de bueyes, vigilados igualmente por otros vaqueros.

Pues bien, el garrochista y el amparador, como así se les denominan, entran en el citado corredero dirigiéndose al grupo del ganado que ya está seleccionado. Apartan de la manada el animal escogido para dar comienzo la faena, el amparador le arrea suavemente para que salga del grupo. 

Una vez que el becerro o becerra quede libre de sus compañeros, le golpea levemente en el lomo con la garrocha, obligándole a correr. El garrochista, que se encuentra preparado con la vara cogida por la mitad y apoyada en su pierna derecha, galopará a una distancia corta y a la derecha de su compañero, el mencionado amparador.

Cuando el animal lleve recorridos aproximadamente unos 800 metros, dando muestras de perder velocidad, los dos caballistas se retrasan, juntándose lo más posible, dejando correr al becerro por delante de ellos, el amparador que porta la garrocha se prepara para la acción, ambos jinetes a la vez, aceleran la marcha hasta llegar a la altura de la res, adelantándose el amparador unos pocos metros para forzar al animal a que gire levemente hacia la derecha, el garrochista baja el palo y le empuja con la puya (muy pequeña) en la solana derecha (parte trasera), protegiendo su compañero la huida, el ejecutor toma más velocidad sin abrirse su cabalgadura, el cual aprovecha ese instante para la “echada” (derribo), cayendo vencido el animal sobre la tierra, mientras los dos caballeros juntan sus estribos, esperando a que el becerro se levante, para llevarlo con sus compañeros ya intervenidos.

martes, 22 de julio de 2025

TOROS CON VERDAD por Fernando Farfán


Actualidad taurina y crónicas de las principales ferias del mundo

Cornamenta

Los cuernos o astas son tejidos epidérmicos que se desarrollan en los lados de la testuz y que se insertan en el hueso frontal. Están constituidos por:
  • La clavija ósea: Es la prolongación del hueso frontal, está hueca.
  • La membrana queratógena o corión: Parte comprendida entre la clavija ósea y el estuche córneo. Es la parte más externa del cuerno y está constituido por tejido conjuntivo.
  • El Estuche Córneo, Vaina o Funda: Constituido por tejido queratinizado, en la zona terminal es macizo y se denomina Pitón.
Partes del Cuerno

Los cuernos, de forma cónica , tienen su super­ficie rugosa en su base o nacimiento y liso en el resto de su superficie. Se pueden dividir en:
  • Base, cepa o mazorca: Es hueca y rugosa. En su superficie se distinguen fácilmente los anillos o rodetes. El número de anillos presentes en la base o cepa se relacionan con los años del animal. Los años del toro se calculan como el número de anillos más dos.
  • Pala o zona intermedia: Es hueca y une la base con la pun­ta o pitón .
  • Punta o pitón: Es maciza y su longitud es aproximadamente el veinte por ciento de la longitud total del cuerno.
Clasificación de los cuernos por su tipología según:

Color
  • Acaramelados: Dotados de un color amarillo oscuro como el caramelo.
  • Blanco: El color es blanco y la punta negra.
  • Negro: El color es negro en toda la longitud del cuerno.
  • Sucio: El color es un sucio indefinido:
  • Verde: El matiz es un verdoso.
Tamaño
  • Cornipequeño: Toro con cuernos pequeños.
  • Bien armado: Toro con cuernos de longitud media.
  • Cornalón: Toro con cuernos muy grandes.
Longitud
  • Cornicorto: Toro con astas cortas.
  • Cornilargo: Toro con astas largas.
  • Descarado de cuerna: Toros con cuernos exageradamente largos.
  • Tuerto o zurdo: Toro que tiene un cuerno más corto que el otro.
Grosor
  • Astifino: Toro de astas delgadas y finas.
  • Astigordo: Toro con cuernos gruesos.
Inserción
  • Cornialto: Toro con cuernos de inserción muy alta.
  • Cornidelantero: Toro con cuernos de inserción adelantada.
  • Cornitrasero: Toro con nacimiento de cuernos más atrás de lo normal.
Dirección de la cornamenta
  • Abierto: Toro con los cuernos muy separados entre sí.
  • Abrochado o brocho: Toro de cornamenta cerrada.
  • Acapachado: Toro con las astas algo caídas y abiertas.
  • Bizco: Cuando un pitón es mas bajo que el otro.
  • Cerrado de pitones: Es el brocho.
  • Cornigacho: Toro con cuernos de inserción baja y caídos.
Por la posición de los pitones
  • Corniapretado: Toro con los cuernos juntos por las puntas.
  • Cornilevantado: Toro con los cuernos dirigidos hacia arriba, pero no tan levantados como en el corniveleto.
  • Cornillano: Toro que tiene los cuernos con apenas vuelta.
  • Cornipaso: Toro con los pitones hacia los lados.
  • Corniveleto: Toro cuyos pitones apuntan hacia arriba.
  • Cornivuelto: Toro con los pitones vueltos hacia atrás.
  • Cubeto: Toro cuyos pitones están próximos entre sí teniendo dificultad para herir.
  • Playero: Toro con astas muy abiertas y muy separadas creciendo rectas hacia fuera.
  • Tocado de pitones: Toro con los cuernos algo levantados por las puntas.
Integridad
  • Astillado: Toro con uno o los dos cuernos astillados en las puntas.
  • Escobillado: Toro con uno o los cuernos en forma de escobilla.
  • Despitorrado: Toro con uno o dos cuernos rotos pero conservando algo de punta.
  • Mocho: Toro al que le falta uno o ambos cuernos.
  • Hormigón: Toro mogón como consecuencia de haber padecido hormiguillo.
  • Mal armado: Toro dotado de cuernos defectuosos.
  • Mogón: Toro con la punta de uno o de los dos cuernos romas sin que se hayan estropeado como en el astillado o escobillado.

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jueves, 17 de julio de 2025

LA GRANDEZA DEL TOREO por Manuel Gutiérrez Troya

La grandeza del toreo radica en su terrible autenticidad. En ella existe un tributo de sangre que todos los toreros están dispuestos a ofrecer, porque en cualquier plaza se muere de verdad”. Que palabras más profundas acabo de escribir, pero esa es la realidad.

La tragedia en un ruedo puede aparecer en cualquier momento. Aunque ello no sea un firme obstáculo para que los toreros dejen de soñar con un animal que tanto aman como es el toro bravo. Sueñan con una lucha de titanes que dura veinte minutos, ninguno de los dos quiere ser vencido en el combate, dejando aunado sus almas en un redondel para siempre.


Como es sabido, en nuestro país, la fiesta de los toros se generó allá por el periodo neolítico, debido a que los pobladores de entonces alababan con rituales la captura y muerte de la fiera brava, y mas posterior para conmemorar fiestas de culto, efemérides relevantes y solemnidades especiales.

En esto estamos de acuerdo, pero la principal materia prima se debe a que existía en nuestra Península grandes rebaños de bueyes engendrados a una raza especial agresiva, fieras que fueron introducidas por los Celtas procedentes de Polonia, donde allí eran abatidos a tiro limpio, después de recorrer Alemania y Francia, se cubijaron en España, lugar donde se encontraban a salvo del exterminio polaco, su mayor parte se establecieron por la zona norte y centro.

También los árabes en tiempos lejanos introdujeron otra clase de toro salvaje, originario del norte de África, acampando en las riberas del río Guadalquivir y llanuras de las provincias de Sevilla, Córdoba y Cádiz que, con el aparejamiento de unos y otros, la reproducción desembocó en el actual toro ibérico, raíz de encastes y ramificaciones de las reses bravas existentes hoy en nuestras dehesas. También este gene ha ido traspasando fronteras a otros lugares del mundo donde son cuidados con esmero, como es; Portugal, Francia y buena parte de países Centro-Sudamericanos, según circunstancia demostrativa que determina la historia.

Dicho toro ibérico, se sigue preservando por su condición de animal acometedor para que su destino sea celebrar fiestas taurinas que, con el transcurrir del tiempo, su ferocidad y prototipo se ha seleccionado progresivamente desde hace varios siglos para desembocar su utilización en corridas de toros ya reglamentadas. Pero nunca olvidar, que es una fiera muy contundente y peligrosa, pudiendo atacar a cualquier cosa, y en cualquier sitio, aún más, cuando es hostigada.

Por tales razones el toreo estriba y sigue su curso, porque siempre han existido y siguen existiendo personas capaces de enfrentarse a la realidad de su fiereza dentro de unos parámetros de valores éticos y estéticos, como son los toreros, quienes con su valor y arte lo han convertido todo ello en un ritual ceremonioso lleno de majestuosidad y belleza, sin descuidar el riesgo real que conlleva estos animales.

Según razonamientos de grandes científicos aluden que, los seres humanos están capacitados y sobrados de inteligencia para enfrentarse mutuamente con el toro, como así lo justifica la aceptación de miles de personas a lo largo de cientos de años.

Esta es la veracidad y el origen principal por lo que se inició este espectáculo fascinante, en el que se engrosa un compendio de sensaciones artísticas continuadas, que han aceptado y dignificado grandes intelectuales de todo género de culturas para que su defensa sea de forma libre y democrática, tanto españoles como extranjeros.

No cabe duda que el mundo taurino constituye un concepto de crisol cultural. Por eso, cuando se dirige una mirada al interior del toreo y a la autenticidad de su huella, se comprueba como rebasa artísticamente a la propia diversión publica, adentrándose en el alma de las costumbres ibéricas.

El toreo hay que catalogarlo como un arte sublime, impetuoso, con raíces españoles para todo el universo, características propias que les hacen muy diferente a las demás artes. Tiene tanta fuerza expresiva que se conjuga la del propio artista con la ferocidad del toro. Una artesanía sin límites que no se puede rectificar. En el toreo el error se paga con sangre, no vale equivocarse.

La tauromaquia continuará adelante, con sus males internos y externos. Verdaderamente los dos hacen daño, pero los que son atacados desde fuera, quizá sea el daño más grave, este mal último es solamente modas esporádicas, posiblemente con dudosas financiaciones, algún día perderán la batalla los encargados de destruir costumbres antiguas, como muchas ocasiones lo intentaron y no pudieron.

La Fiesta taurina tiene que seguir sus cauces por el camino de la verdad, a costa de triunfos o desgracias. Esta es la verdadera grandeza del toreo, no cabe otra respuesta.

jueves, 10 de julio de 2025

EL TOREO COMO ESPECTACULO



Manuel Gutiérrez Troya
08/jul/25 - 09:59
“Un toro para cada torero”, o “cada torero tiene su toro”.

PRIMERO: “Un toro para cada torero”. - Es volver a los tiempos del cordobés Rafael Guerra Bejarano “Guerrita”, cuando todavía no existía el ritual sorteo de las reses para las corridas. Fue el insigne estoqueador vascuence don Luís Mazzantini y Eguía, el que lo impuso en San Sebastián el día 15 de agosto de 1898. 


Hasta entonces eran los ganaderos quienes decidían la salida y lidia de sus toros para favorecer a los toreros preferidos o creían mejores del momento, en este caso era la época de más esplendor del cordobés “Guerrita”, destinándoles probablemente los animales más boyantes, según historial genealógica y limpia reata. Como quiera que dicho “Guerrita”, actuaba siempre en segundo lugar de la terna, el ganadero le reservaba el escogido quinto toro, que a su juicio pudiera ser el mejor en embestir o juego. Por lo que taurinamente se decía; “no hay quinto malo”.

A veces este animal daba el resultado positivo, digo a veces, porque ni el mismo ganadero podía saber exactamente lo que el toro llevaba dentro, tan solo alguna pequeña certidumbre por conocer su origen, ascendencia o el comportamiento que hubiesen tenido en los ruedos sus anteriores hermanos de sangre.

SEGUNDO: “Cada torero tiene su toro”. - En ello hay muy dispares diferencias, por existir toreros que torean con y para el toro, ateniéndose a las condiciones que el animal presente. Hay otros que lo hacen para sí mismo, gustándose, recreándose. Y otros muchos, lo verifican solo para el público y masas menos entendidos, lo que también conlleva sus variantes.

Veamos, cuando a un toro se le practica una faena a tenor de sus condiciones, esto le gusta y entusiasma al aficionado más entendido pues, aunque no brille la estética, brillará el oficio, la maestría y también la inteligencia. Si se torea para sí, el torero ensimismado está creando un arte de tal sentimiento e inspiración que él mismo disfruta, subyugando al espectador. Ahora bien, los que están toreando para cara al graderío, el arte puede pasar de un toreo artificioso como bullanguero. 

Hay toreros pícaros que lo hacen a base de triquiñuelas donde reina un efectismo y primando una simpatía de esos valores puramente ortodoxos, tal es así, que en vez de torear para el respetable, están toreando a dicho respetable para mendigar el aplauso, con un inoportuno desplante o adorno, o un “va por ustedes”, o “vamos a verlo”, o un etcétera de añagazas que reclaman buscando el beneplácito de los tendidos provocando la concesión de trofeos, comunicándose con ellos a base de gestos y jaleando frases, cada cual con la personalidad que le caracterice y como lidiador se acuse. Juan Belmonte decía: “cada uno, torea como se es”.

También existen públicos que, con el ardor y entusiasmo a favor de su torero predilecto, si a este no le acompaña la suerte en una corrida, hacen sentirse bastante defraudados. Estos seguidores esperan siempre el triunfo de su ídolo para satisfacer la ansiedad. Porque ellos, como tales, tendrán la mente siempre puesta en el triunfo de su diestro preferido. 

En el caso que todo salga bien y una tarde triunfal por su actuación, sus incondicionales se sentirán satisfechos manifestándose con júbilos y alegrías; ¡Eres el mejor¡¡Eres el más grande¡¡Eres tal… ¡



JOSELITO "EL GALLO" TORERO DE ARTE DOMINADOR Y TÉCNICO

A principios del siglo XIX, fue una época importante de tener como máximas figuras del toreo a Rafael Gómez “El Gallo” y Ricardo Torres “Bom...