MANUEL GUTIÉRREZ TROYA
03/ene/25 - 10:20
Actualizado: 03/ene/25 - 10:34
Dentro de la profesión torera, en su mismo fondo late la anhelada y recordada renuncia que un día hizo un torero que soñaba glorias junto a su espada y muleta. Un matador de toros a quien los contratiempos le hizo declinar y hubo de cambiar su estoque por las banderillas, con una resignación que solo es dada a ciertos hombres escogidos.
Nadie como estos personajes, muchos de ellos veteranos en el ejercicio de su profesión, han llegado a adquirir un conocimiento tan sobrado referente al estudio de los toros, que en cada instante observan y estudian las reacciones del variado comportamiento que acusan los animales desde que estos saltan a la arena que, con todo honor, muchas veces son los grandes consejeros de su jefe.
Su imagen, ya supo de triunfos y fracasos, de aplausos y broncas, de trofeos y silencios. También saben de lo que es sufrir grandes volteretas y graves cornadas. Su oficio y experiencia han hecho de este subalterno ser un magnífico profesional, así como un experto sociólogo de la lidia. Nunca dudará que, para mantenerse en el escalafón de matador de toros, ha de competir continuamente con sus compañeros de terna e intentar ganarles la pelea, todo ello trae consigo un riesgo permanente, muy diferente al de banderillero, aunque también estos pudieran sentir celos en sí mismo.
Al banderillero le embarga la nostalgia de lo que fue anteriormente, nunca lo olvidará. Su afición y dignidad profesional les seguirán haciendo feliz al reencontrarse otra vez de nuevo tan cerca del toro, que le compensará la frustración de haber querido ser siempre matador de toros.
No cabe dudas que todos quieren hacerlo lo mejor que saben para llegar lejos en su nueva andadura taurina, cosa que les estimulan.
Pero ser espada, lleva emparejado el peso y responsabilidad de una buena o mala lidia, en tanto el banderillero, actúa más en equipo y en cuadrilla para un lidiar al gusto y norma de su jefe, ya que el triunfo estará compartido.
Los hombres de plata cuando están frente al toro, sienten tanto su profesión que no se cambiarían por nadie, aunque su misión sea bien distinta a la de matador de toros. Su responsabilidad está más ausente de los tendidos, engendran en su interior tal pundonor profesional que les hacen competir y superarse cada tarde. Pues si dejaron de ser matadores, como otros que no llegaron, lo que más les importan es seguir siendo toreros, vestirse de luces, hacer el paseíllo, cosechar aplausos y dar la vuelta al ruedo acompañando los trofeos que les han sido otorgados y luzca su jefe, porque esos trofeos y esos triunfos también pertenecen a ellos.
En las últimas décadas estamos observando destacados y jóvenes banderilleros, algunos de estos formados en las Escuelas Taurinas, quienes están cosechando triunfos individuales y nombre, haciendo que el público y críticos taurinos se fijen en ellos, por lo que se dice o escriben: “magnífico el peón tal, que ha banderilleado al toro muy bien y con la brega excelente”.
En todas épocas han existido grandes banderilleros, por ejemplo: El valenciano Blanquet, que enriqueció las cuadrillas de Machaquito, Joselito y Sánchez Mejías. El madrileño Magritas, que toreó a las órdenes del citado Joselito, Márquez, Chicuelo y Cagancho. Los cordobeses Cerrajillas y Conejito que engrandecieron la cuadrilla de Bocanegra. Otro valenciano Alfredo David, que dio prestigio a las filas de Algabeño, Marcial Lalanda y Domingo Ortega. Los también valencianos Paco Honrubia y el infortunado Manolo Montoliu, ambos estuvieron a las órdenes de prestigiosos matadores de toros. Y así un sin fin de honorables hombres de plata, como los granadinos Bojilla y Montenegro, los sevillanos Tito de San Bernardo, El Vito, Luís González, Luque Gago, Chaves Flores, Pichardo, El Ecijano, Rafaelito Torres, Antonio Chacón o Curro Cruz, al igual que los malagueños Pepe y Manolo Ortiz, que tanto acrecentaron “la cuadrilla del arte” junto al madrileño Curro Álvarez.
Y muchos más, importantísimos, nacidos en cualquier lugar de la geografía española, entre otros: Corbelle, Pirri, Montiel, El Jaro, Martín Recio, El Mangui, Yestera, El Boni, Cruz Vélez, Tejero, De la Viña, Carretero, Cubero, Corona, El Chano, Carmelo, Caba, Curro Molina, Trujillo, Mellinas, Punta, Arruga, Sánchez, etc., etc. Sería interminable la lista, tanto anteriores o actuales, todos ellos seguirán enriqueciendo nuestra Fiesta, aunque no hayan podido culminar su carrera como matadores de toros, pero sí lo han hecho y lo siguen haciendo con dignidad y honradez su querida profesión.
Que no les importen la calidad o color del metal de su vestido de torear, porque también son grandes toreros. Mi admiración y respeto a todos ellos.
MANUEL GUTIÉRREZ TROYA
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